
Peter Benenson demostró que es posible que lo que hace una sola persona tenga influencia real. Cuando Peter Benenson nació su mundo aún no había visto la creación de las Naciones Unidas. No existía ni un solo tratado internacional de derechos humanos. La Declaración Universal de Derechos Humanos todavía no se había redactado. Ni una sola de las grandes organizaciones de derechos humanos que tenemos hoy se atisbaba en el horizonte político. No había nacido la sociedad civil.
Peter Benenson creó Amnistía Internacional en 1961, en las profundidades de la Guerra Fría, en un momento en el que el mundo estaba dividido en líneas ideológicas. Peter fue categórico: la organización debía ser políticamente imparcial y trabajar por las personas con independencia de quiénes fueran, dónde vivieran o qué gobierno cometió el abuso.
Peter Benenson murió a la edad de 83 años. La visión que tuvo hace más de 40 años –de individuos hablando en defensa del preso olvidado y la víctima olvidada, sean quienes sean, con independencia de la política, el poder o la religión– sigue siendo fundamental para el trabajo actual de Amnistía Internacional. De hecho, en un mundo en el que los gobiernos traicionan los derechos humanos y los grupos armados recurren a actos más terribles aún de terrorismo, la visión de Peter es más importante que nunca.
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